
Pompeya conformaba una especie de microcosmos de miles de otras ciudades y pueblos romanos del imperio. Las excavaciones han podido reflejar incluso las pintadas en los muros de algunos de los edificios. La ceniza ha congelado la vida en la ciudad, que ha permanecido intacta durante más de 17 siglos. De particular interés con las numerosas pinturas murales encontradas que ilustran la forma en la que trabajaban y vivían los romanos.
A pesar de que la erupción del volcán no se produjo hasta el 24 de agosto del año 79 a.C, la región sufrió prolongados terremotos y temblores las semanas previas a la catástrofe. Plinio el Joven, en una carta al historiador Tácito, describe los esfuerzos de su tío Plinio el Viejo, un almirante de la flota, para rescatar a los amigos de la base de la montaña.La gran explosión se produjo como una enorme nube o un gran paraguas, según el propio Plinio el Joven, testigo de la catástrofe. Muchos habitantes, resguardados en sus hogares, murieron esperando ayuda. Otros, como Plinio el Viejo, murieron a consecuencia del aire caliente que envolvió la ciudad haciéndola insoportable.
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